LA EDAD DE SMIRNA 127
27. AquĂ es donde usted tiene que creer de nuevo en el amor, bondad y sabidurĂa de Dios. Esto tambiĂ©n es necesario. Recuerde, Él amonestĂł: “No tomen cuidado de mañana, de lo que van a comer o cĂłmo se van a vestir. Su Padre sabe de las cosas de los cuales tienen necesidad. Él, Quien viste el lirio del campo y alimenta a los pajarillos, hará mucho para ustedes. Estas cosas fĂsicas no son las verdaderas necesidades básicas de su vida, porque la vida de un hombre no consiste de las cosas que Ă©l posee. Mas busquen primeramente el Reino de Dios y Su justicia, y todas las cosas materiales os serán añadidas.” El pueblo de Dios no es de mente carnal, sino que tienen la mente de Cristo. Ellos no buscan los tesoros de abajo, sino de arriba. Es absolutamente la verdad, la mayorĂa de los cristianos no son ricos, más bien son pobres. AsĂ fue en los dĂas de JesĂşs y en los dĂas de Pablo, y asĂ debiera ser hoy. Pero hoy dĂa no es exactamente asĂ, porque la edad de Laodicea tiene abundantes riquezas, de donde muchas veces el criterio de espiritualidad es una abundancia de bienes materiales. ¡Ay, cuán rica es la iglesia en bienes terrenales! Pero cuán pobre lo es en EspĂritu. “Bienaventurados ustedes que son pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios. El Reino de Dios no es alimento y bebida.” No es material. Está dentro de nosotros. Un hombre rico es rico en Dios, no en las cosas del mundo.
28. El EspĂritu clama: “Oh, yo veo tu pobreza, veo tu necesidad; no tienes mucho, ni aun algo de quĂ© gloriarte. Lo que tenĂas te ha sido quitado. TĂş, con gozo, entregaste tus posesiones a cambio de aquellas posesiones eternas. Todos se rĂen de ti, todos te hacen mofa. TĂş no tienes recursos materiales sobre los cuales puedes confiarte; pero en vista de todo esto, tĂş eres rico. Tu seguridad está en Él, Quien es tu escudo y tu gran recompensa. Tu Reino todavĂa no es venido, pero sĂ vendrá; y será un Reino sin fin. SĂ, yo sĂ© tus pruebas y problemas, yo sĂ© cuán duro es proseguir, pero yo me acordarĂ© de todo esto cuando vuelva para obtenerte como Mi propiedad, y entonces te recompensarĂ©.”
29. Ahora, esto no es nada en contra de hombres ricos, porque Dios sĂ puede salvar a los ricos. Algunos de los hijos de Dios son ricos. Pero el dinero puede ser un engaño tremendo, tanto para los que lo tienen como para los que no lo tienen. Allá en la primera edad, Santiago amonestĂł a aquellos que reverenciaban a los ricos: “No tengáis la fe de nuestro Señor Jesucristo glorioso en acepciĂłn de personas.” Los pobres de esos dĂas estaban tratando de agradar a los ricos para obtener sus favores, en vez de confiar en