Cita 97 - Visión de la Carpa: “De repente, yo miré a través del cuarto y vi dos niños pequeños viniendo hacia mí, halando una pequeña carreta que tenía dos ruedas viejas de madera. Los niños eran de complexión morena con cabello y ojos negros, casi desnudos. Parecían ser niñitos mexicanos. Yo podía oír a mi esposa caminando en el cuarto, y yo dije: “Querida, ¿no los ves? Eso es lo que quiero decir, son niñitos pobres.” Al entrar más profundo en la dimensión de la visión, me alejé de mi esposa y fui a donde me encontré con Miner Arganbright. El dijo: “Hermano Branham, todas las tarjetas de oración han sido repartidas, y hemos preparado la manera de llevarle adentro y fuera de la reunión.” Alguien estaba con el hermano Arganbright, y al pasar más allá de ellos, yo entré a una arena al aire libre, llena con una audiencia enorme de gente. Ellos eran de complexión morena como los niños pequeños. Alguien estaba hablándoles en mi lugar. Yo le pregunté a un hombre parado junto a mí: “¿Quién es ese hombre que está hablando?” El contestó: “Ellos lo pusieron allí.” Yo pregunté: “¿Quiénes son ellos?” En ese momento, el hombre que hablaba en mi lugar despidió la audiencia y todos comenzaron a irse. Yo grité: “¡Oh!, eso no está bien —¿dónde está el llamamiento al altar?” Un hombre vino donde mí, y dijo: “Está bien, hermano Branham, ya recogimos la ofrenda.* Yo pregunté: “¿Desde cuándo la ofrenda vino a ser más importante que el llamamiento al altar? Hay miles de almas que pudieran ser ganadas para Cristo, ¡y él las está despidiendo!” La lluvia comenzÓ a caer, y yo dije: “Ahora mire, está comenzando a llover y todas esas almas se están yendo hacia afuera ¡y probablemente no regresen!” El hombre respondió: “Oh, usted les hablará esta tarde.” Yo pregunté: “¿A qué hora él anunció para que yo hable?” El contestó: “En cualquier momento.” *¿En cualquier momento?”, yo grité, “¡no quedará ni una docena de personas aquí!” Y entonces a mi lado derecho, detrás de mí, una voz amable y tierna, aunque firme, preguntó: “¿No fue dejado nuestro Señor con doce, cuando miles lo dejaron, después que comenzó a decirles la Verdad?” Yo vi una mano moverse en frente de mí, desde mi lado derecho, y al hacerlo, parecía que yo me iba a otra dimensión todavía más alta. Ya no podía oír a Meda, mi esposa, en el cuarto. Yo estaba parado al lado de un lago hermoso, y nunca había yo visto una agua tan cristalina en mi vida. Cuando entré primeramente en el ministerio nueve años atrás, yo había visto una visión, y yo estaba agarrando peces, pero los peces tenían grandes manchas negras y blancas en ellos, no se veían bien. Pero ahora, en esta visión, yo vi en el agua cristalina unas grandes y hermosas truchas iridiscentes, y el lago era extremadamente grande. Alrededor habían cientos y cientos de ministros agarrando peces pequeños. Yo dije en mi corazón: “Yo soy tan buen pescador como ellos, o quizás mejor que ellos.” Yo quería atrapar el pez grande y hermoso, y comencé a preparar mi línea y señuelo. Entonces desde mi lado derecho, detrás de mí, vino la misma voz del Angel del Señor, quien me había hablado desde que yo era un niño, diciendo: “Yo te enseñaré cómo pescar; pero tienes que guardar silencio —no digas nada acerca de ello.” Yo contesté: “Yo lo haré.? El dijo: “Asegura tu señuelo.” Esto lo hice. Entonces El dijo: “Ahora, para atrapar esos peces grandes, tienes que ir más allá hacia lo profundo del agua.” Yo giré y arrojé con toda mi fuerza, y la línea se fue hacia su distancia plena. El dijo: ¡Eso estuvo bien!” Al hundirse el señuelo casi hasta el fondo del agua cristalina, El dijo: *Ahora, primero dale un estirón lento, y atrae la atención de los peces pequeños. Después dale un estirón rápido y hala el señuelo lejos de ellos, y los peces grandes lo seguirán cuando vean a los peces pequeños perseguirlo. Recuerda, quédate quieto y no digas nada acerca de esto a nadie. Para el tercer halón fija tu línea tirante —¡estás listo para la captura!” Yo dije: “Entiendo.” Todos los ministros comenzaron a venir alrededor de mí, diciendo: “Hermano Branham sabemos que usted puede atrapar peces. Yo respondí: “Oh sí, yo sé cómo hacerlo.” Entonces comencé a explicarles el modo exacto relatado a mí por el Angel del Señor. Yo me excité tanto queriendo tratando de mostrarle a los ministros cómo pescar, que yo sacudí el señuelo completamente fuera del agua, atrapando un pez como del tamaño del señuelo. Parecía como que la piel del pescado estaba estirada con fuerza sobre el señuelo. ¡Pensé cómo habría de quitarlo! El Angel del Señor caminó desde atrás de mí a mi lado derecho, y vino directamente en frente de mí —el mismo que siempre he vistoun hombre alto, fuerte, del tamaño de un hombre de 200 libras, brazos grandes, vestido con una túnica blanca, descalzo, cabello obscuro. Me miró directamente en el rostro, y dijo: “¡Justamente lo que te dije que no hicieras, hiciste!” Yo pensé: “¡Este es el fin de mí ahora!” El dijo: “La primera vez que te dije que le dieras un estirón lento y que guardaras silencio acerca de ello, fue cuando yo te hice conocer las enfermedades de la gente cuando ellos ponían sus manos en las tuyas. Tu segundo halón, cuando yo te dije que halaras más rápido y que guardaras silencio acerca de ello, fue cuando yo te daba las visiones para que supieras los secretos de los corazones de las personas, y mientras tú predecías lo que yo te decía, yo hacía exactamente lo que te decía. En vez de guardar silencio acerca de estas cosas, te subiste en la plataforma e hiciste un espectáculo público de estos dones Divinos. Mira lo que has causado: ¡una multitud de imitaciones carnales!” Yo comencé a llorar verdaderamente fuerte. Yo dije: “¡Lo siento mucho, Señor, que hice eso!” Mi línea estaba toda apilada alrededor de mis pies. Yo tenía el señuelo en mi mano, y mientras yo lloraba, comencé a recoger la línea pasándola por mis dientes tratando de enderezarla. Entonces El me miró con firmeza, y dijo: “¡No dejes que se enrede tu línea en esta clase de tiempos!” Yo dije: “¡Yo trataré de que no se me vuelva a enredar jamás, Buen Señor!” Entonces pareció que me iba hacia otra dimensión todavía más alta. La línea de pescar que tenía en mi mano se tornó en un cordón de zapato, como de media pulgada de diámetro. Yo estaba sosteniendo un zapato de bebé, con ojetes como de un octavo de pulgada de diámetro. Yo estaba tratando de colocar este cordón de zapato de media pulgada a través del ojete de un octavo de pulgada, y yo había roto muchos hilos del cordón del zapato. El Angel del Señor estaba todavía parado en frente de mí, y él preguntó firmemente, pero amorosamente: “¿Qué es lo que tratas de hacer?” Yo respondí: “Estoy tratando de atar este zapato.? El dijo: “Estás usando la punta incorrecta del cordón.” Yo miré abajo al otro extremo del cordón y me fijé que estaba reducida y atada con una punta de metal que entraría fácilmente en el ojete.”