LAS SIETE EDADES DE LA IGLESIA 108
para demostrar que en verdad hay una afinidad entre el hombre y el animal. Es una cosa física. ¿Sabe usted que se pueden tomar las células embrionarias del feto que no ha nacido todavía y se pueden inyectar en el ser humano? Entonces las células de la tiroides irán directamente a la tiroides humana, y las células de riñón irán directamente a los riñones humanos. ¿Se da cuenta cuán estupendo es esto? Alguna inteligencia dirige aquellas células de animal exactamente a su debido lugar. Aquella inteligencia acepta esas células y las pone en el lugar correcto. Hay una afinidad entre el hombre y el animal, pero las simientes no se pueden mezclar para reproducirse. Han procurado eso. Pero allá en el huerto aquel intercambio sucedió y la afinidad química que todavía existe, lo prueba. Porque allá en el Edén la serpiente era una criatura erecta, era semejante al hombre, casi era hombre. Satanás se aprovechó de las características físicas de la serpiente y las usó para engañar a Eva. Entonces Dios destruyó aquella forma de la serpiente. Ningún otro animal puede mezclarse con el hombre; pero todavía existe la afinidad.
115. Ahora, ya que hemos venido hasta aquí, déjeme tratar de cristalizar el pensamiento sobre este asunto para que usted pueda ver la necesidad de este estudio de la doctrina de La Simiente de la Serpiente así como lo hemos tenido. Empezamos con el hecho de que hay dos árboles en medio del huerto. El Árbol de la Vida era Jesús. El otro árbol definitivamente era Satanás, por causa de lo que vino como fruto de aquel árbol. Ahora bien, sabemos que ambos árboles tenían relación con el hombre o nunca hubieran sido puestos allí. Ellos tuvieron que tener parte en el plan y propósito soberano de Dios, en su relación con el hombre y con Dios mismo, o nosotros nunca podríamos atribuir omnisciencia a Dios. Hasta aquí todo es verdad, ¿es cierto? Ahora, la Palabra definitivamente muestra que desde antes de la fundación del mundo el propósito de Dios era de compartir Su Vida Eterna con el hombre.
Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él en amor;Habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos por Jesucristo a sí mismo, según el puro afecto de su voluntad,Para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado: