📜 El Libro de Sellos - Pág 76
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LOS SIETE SELLOS 76 éste tenía que ser un Redentor semejante. No había hombre digno, porque no había hombre redimido. No había hombre digno ni aun de mirarlo. Tenía que ser uno semejante a los humanos. El Ángel lo llamó pero no fue hallado en ningún lugar; nadie era digno, ningún obispo ni arzobispo, ni sacerdote, ni ninguna jerarquía, no había nadie con la santidad ni aun de mirar el libro. Eso es muy duro pero es exactamente lo que dice la Biblia. Y únicamente estoy citando lo que dijo Juan. 86. La Biblia dice que Juan lloró mucho. Ahora, ha habido aquellos que han enseñado sobre esto, y en una ocasión escuché un hombre que dijo: “Juan lloraba porque vio que él mismo no era digno.” Cualquier persona bajo la unción del Espíritu Santo sabría que esa no era la razón. Aquí está mi pensamiento sobre por qué lloraba Juan. Era porque si no había ninguno digno de abrir el Libro de la Redención, entonces la Creación entera estaba perdida. Así se encontraba la situación a la luz de la ley de Dios y, desde luego, Dios no puede ir en contra de Su propia ley. 87. Dios requería un Redentor semejante que fuera digno y que tuviera la habilidad y la sustancia para hacerlo; y el Ángel dijo: “Ahora deje que el Redentor semejante se presente.” Entonces Juan miró por toda la Tierra y debajo de la tierra, y no se halló a ninguno digno. Por eso toda la Creación estaba perdida. Con razón Juan lloró, porque todo estaba perdido; pero su llanto no duró más que unos momentos, porque uno de los ancianos allí cerca, dijo: “No llores Juan.” Su llanto no duró mucho. Juan estaba pensando: “¡Oh, Dios! ¿Dónde está el hombre? Allí están los sabios y allá están los otros... Aquí no hay nadie.” 88. “Yo quiero un hombre que tenga la habilidad para hacer esto, yo quiero un hombre que pueda redimir.” Pero tal hombre no se hallaba. Entonces Juan empezó a llorar porque todo estaba perdido, y lloró amargamente. Él estaba muy triste porque toda la Creación y todas las cosas estaban perdidas si no se hallaba esta persona. ¡Gloria a Dios! Si no hallaban uno que pudiera cumplir con ese requisito, todos los seres humanos, el mundo entero y toda la Creación estarían sin esperanza. Todo había caído: los derechos de la Vida Eterna, la Luz, y todos estos derechos habían sido confiscados, y ahora no había nadie que pudiera pagar el precio. En esto Juan empezó a llorar porque no habían ninguno digno ni aun de mirar el Libro. Se necesitaba un ser humano, y Juan lloraba porque no había nadie digno y todo estaba perdido. 89. Entonces procedió la voz de uno de los ancianos parados en medio de los cuatro animales y todas las huestes celestiales, y dijo: “¡Juan, no llores!” (Oh, hermano, la gracia de Dios). “Juan, no se quebrante tu corazón, no llores más, porque el León de la tribu