LAS SETENTA
SEMANAS DE DANIEL 105
el aire. Y yo estaba allĂ arriba predicando en alguna parte, y
Ă©l subiĂł para ver de quĂ© se trataba. Y cuando Ă©l subiĂł allĂ
sobre el tope de ese pico, pues, Ă©l dijo, que allá lejos habĂa
una luz que parecĂa plateada, como una plancha; yo estaba parado
predicando a la gente. Y él me llamó la atención, y yo miré
hacia él, y él dijo: “¿Cómo usted ha podido llegar all� ¿Y
cĂłmo podrĂa yo llegar allá?”
10. Yo dije: “Leo, ningĂşn hombre puede venir aquĂ; Dios es el
que coloca a un hombre aquĂ. Ahora, usted no tiene que subir aquĂ.
Usted tiene que bajar y testificar a esa gente allá abajo, después
que usted lo ha visto, que esto es la Verdad, que esa es la Verdad”.
Leo regresó allá abajo para testificar a la gente.
11. ¿Cuánto tiempo ha sido eso, hermano Leo? Varios años, ¿no
es as� Varios años. Desde entonces, hasta donde yo sé, él ha
sido fiel haciendo eso: testificando a la gente que el ministerio
viene de Dios. Y yo – yo no quiero que esto venga de mĂ. Si eso
es de mĂ, entonces eso no está bien, porque no hay nada bueno en
un hombre. ÂżVe? Eso tiene que venir de Dios.
12. Ahora, cuando miro alrededor... Y ayer en la tarde yo saludé
a mi amigo, el hermano West. Yo no he podido localizarlo todavĂa en
el edificio (sĂ, lo tengo ahora, esta mañana). ÂżY sabe usted
cuánta distancia la gente conduce? Todo el camino desde allá en –
en Alabama para estar un domingo aquĂ, desde por allá de Alabama.
13. El hermano Welch Evans, le eché de menos el domingo pasado.
Alguien dijo que estaba aquĂ hoy. Estas personas conducen desde
Tifton, Georgia, para estar aquĂ. Y el hermano está sentado aquĂ
y sus compañeros. Tantos... El hermano Palmer de Macon, Georgia. Y
veo, creo, a la hermana Ungren y ellos allá atrás. Ellos vienen de
lejos desde Memphis, Tennessee. Ahora, usted piensa... Y otros de
otros lugares. Encontré una dama aquà dentro, de allá lejos, de
Carolina del Sur.
14. Ahora, usted piense que la gente aquà (comencé viendo gente
desde Chicago, de diferentes lugares), conducen centenares y
centenares de millas para asistir a un servicio. Entonces cuando
ellos llegan aquĂ, no hay lugar dĂłnde sentarse, no hay cuartos con
aire acondicionado; un viejo y caliente edificio para estar de pie
–se